Lo que iba a ser un largo viaje en moto por toda Italia, un mes completo, acabó siendo un corto viaje de 4 días. Después de meses planificando ese gran viaje acabé improvisando día a día, sorteando las grandes lluvias que caían sobre Italia con terribles inundaciones. Parecería que el universo no me quería en Italia, pero a cabezón está claro que no me gana nadie 😅
La moto
Lo primero es lo primero, y aquí la estrella del viaje era, con todos mis respetos a Italia, la moto: BMW R1250GS. La reina de todas las motos, la máquina perfecta de felicidad.
Ya la había disfrutado en un breve viaje relámpago a Madrid por autovía (desde Zurich), pero aquí la pude exprimir al máximo por todo tipo de terrenos y situaciones: carreteras secundarias, de montaña con muchas curvas, cruzando pueblitos, bordeando los lagos, e incluso algún terreno embarrado en el que me metí por accidente…
La prueba irrefutable de que la disfruté como un niño pequeño son las ampollas que me salieron en la mano del acelerador al segundo día 🤦🏼♂️
Día 1: Como y Lago di Garda
La idea era visitar el lago de Como, y luego ir decidiendo sobre la marcha qué hacer: buscar un hotel o volverme a casa. Así que me dirigí a Como a toda velocidad (a la máxima permitida, al menos dentro de Suiza 🙄).
Pensé que si recorría el lago dejándolo a mi derecha podría ir contemplándolo mientras conducía, tal y como he hecho múltiples veces en Suiza. Pero me encontré con carreteras muy pequeñas y estrechas que cruzaban pueblo tras pueblo con casas tanto a izquierda como a derecha, por lo que no había posibilidad de ver el lago excepto en algunos tramos en los que no había viviendas ni ningún otro elemento a la derecha.
Mi gozo en un pozo… a medias, porque la verdad es que crucé pueblos muy bonitos, y fue toda una experiencia que disfruté mucho a pesar de que no paraba de llover.
Decidí parar a comer y así sentarme un rato a decidir qué hacer: si seguir con el viaje o no. El principal problema era la lluvia, no sólo por la incomodidad de ir en moto con lluvia, sino porque había alertas rojas en Italia noreste, con importantes inundaciones. Y tirando de apps de predicción de lluvia vi que podría ir a Lago di Garda sin problema.
Busqué un hotel con parking, reservé, y después de comer fui para allá bordeando el Lago di Como por el norte. Fue mi primera experiencia culinaria del viaje, me metí en un restaurante random que encontré de casualidad, Pizzería Ranch, en Lenno. Una pizza Napoli que me tuvo todo el día con ardor de estómago… pero al menos estaba buena.
En el camino a Lago di Garda ya comencé a apreciar lo bien que conducen los italianos, pero todavía no tenía ni idea de lo que me esperaba. Entre susto y susto, esta vez sí, puede apreciar la belleza del lago desde la carretera.
Finalmente, tras un largo y estresante día, llegué a mi hotel, Hotel Villa Stella, muy cerca del centro, donde me atendieron muy bien, y me dejaron aparcar la moto en el sótano donde tienen las bicis que alquilan.
Después de una buena ducha me puse ropa cómoda (el traje Klim Latitude y las botas Sidi Adventure es lo mejor que puedes llevar para lluvia, pero es lo más incómodo que he llevado nunca), y me fui al centro en moto con la intención de hacer un poco de turisteo y cenar algo.
Pero aún tenía ese ardor de estómago por la pizza del medio día y acabé volviendo al hotel sin cenar, donde me tomé unas cervezas (¡siempre sientan bien!) viendo el partido de Champions AC Milan – Inter de Milan con unos italianos seguidores del Inter.
Fue un gran día, donde no salió todo perfecto pero donde aprendí ciertas cosas, como que el hotel que elija debe estar en el centro de la ciudad para poder moverme a pie y poder tomarme una cerveza tranquilamente, o que debería pararme más a menudo para ver los sitios y tomar fotos (aunque esto último rara vez lo cumplí, las ganas de moto me podían).
Día 2: Genova y Sestri Levante
Por la mañana temprano, mientras estoy desayunando en el hotel, me encuentro con que una gran tormenta viene en mi búsqueda para darme muerte… Hasta entonces me las había ingeniado muy bien para evitar grandes lluvias en mi camino, pero ahora lo veía bastante negro.
El día anterior estaba pensando en ir a Venezia, pero con esas tormentas por el camino no parecía buena idea. Contemplé también la idea de volver a casa, pero finalmente decidí ir a Genova bordeando la gran tormenta yendo hacia Milano y luego hacia el este de Genova. Y la verdad es que me volvió a salir muy bien ya que casi no me cayó ni una gota 😎
Paré en Lodi en un McDonalds. Sic. Quizás te parece un pecado ir a Italia y comer en un sitio así… pero para mí fue la mejor solución: está en la carretera y tiene parking, no tengo que entrar en ninguna ciudad y buscar aparcamiento y luego un sitio donde comer; y sobre todo sé lo que me voy a encontrar.
Mientras me comía mi BigMac con ensalada decidí que quería alojarme en algún hotel con centro wellness en la costa y encontré un hotel muy bonito en el centro de Sestri Levante, Hotel Due Mari.
Fui todo el camino por carreteras secundarias, y en algún momento me perdí, o mejor dicho Google Maps decidió darme alguna vuelta extraña 🤔
En estas carreteras hasta Genova aprendí un poco más a lidiar con los conductores italianos. Tienes que entender algo muy importante: si te quieren adelantar te van a adelantar, no importa si por la izquierda o por la derecha, si cruzando doble línea continua en cambio de rasante, o por el arcén… te van a adelantar sí o sí. Así que lo mejor que puedes hacer es facilitarles el adelantamiento, échate a un lado y reza para que al menos respete unos pocos centímetros de distancia al adelantarte.
Lo mismo ocurre para los coches que vienen de frente, no creas que estás protegido por una doble línea continua… en cualquier momento algún coche adelantará al camión y tendrás que echarte a un lado si no quieres probar el parabrisas italiano a la milanesa.
En general, en Italia, las líneas en el suelo, las señales, los pasos de peatones, los límites de velocidad… absolutamente todo es orientativo. Muy rara vez verás a un peatón cruzando por un paso de peatones sin antes esperar a que todos los vehículos se hayan detenido completamente. En España o Suiza, por ejemplo, un peatón cruza por el paso de peatones muchas veces sin ni siquiera mirar si los coches lo han visto porque saben que se van a parar. Ni se te ocurra hacer eso en Italia.
Finalmente llegué a Sestri Levante, del que no había oído hablar en mi vida, pero que sin duda fue un gran acierto. Aparqué la moto en el garaje del hotel, en pleno centro, me duché, me puse cómodo, y a patearme la ciudad.
Después de dar muchas vueltas por el centro acabé cenando en Il Bargonello, donde me atendieron muy bien. Posiblemente la mejor comida que probé en Italia, aunque realmente no tiene tanto mérito ya que no fui a muchos restaurantes italianos 🤷♂️.
Y para rematar el día me tomé unas cervezas en el Bistrò, mientras disfrutaba de lo lindo viendo al Manchester City meterle un 4-0 al Real Madrid 🙄
Día 3: Cinque Terre, Pisa y Lucca
La lluvia me dio un respiro y pude continuar por donde quería: recorrer Cinque Terre, ver la Torre de Pisa y visitar Lucca. La idea de volver a casa ya ni me la planteaba, ya había entrado en modo viaje, todo fluía de forma orgánica, empecé a automatizar algunas pequeñas cosas y me sentí más relajado. La buena experiencia de ayer en Sestri Levante ayudó a ello.
Desayuné en el hotel y salí relativamente temprano. Tener que curarme las ampollas de la mano me llevaba un buen rato, entre volver a reventarlas, apretar con unas gasas para que salga el líquido, desinfectar, vendar… ¡Gajes del oficio! Pero a pesar del dolor y la molestia la verdad es que las heridas me hicieron sentir como un auténtico aventurero aún estando en el corazón de Europa 😅
Mi idea era recorrer Cinque Terre por esas carreteras que se ven en Instagram, pero me encontré con unas carreteras de montaña espectaculares y me enajené tanto que cuando me quise dar cuenta ya estaba en La Spezia y me había pasado todo Cinque Terre por las montañas 🤦🏼♂️
No me di cuenta de cuánto tiempo estuve cogiendo curvas como un loco, pero en el timeline de Google Maps pone que estuve 2 horas hasta La Spezia. Los moteros de verdad me entenderán perfectamente al ver la ruta que seguí:
Sin duda una de las mejores partes del viaje. Aún así pude ver Cinque Terre, aunque sea a los lejos…
Después de dos horas absolutamente enajenado llegué a La Spezia un poco confuso, pensando que Cinque Terre empezaba a partir de ahí, pero lo que me encontré fue a Massa… una basta extensión de tierra turística con carreteras rectas de 50kmh con infinidad de semáforos, uno a cada pocos metros. Una hora de infierno después de dos horas de paraíso.
Finalmente llegué a Viareggio y decidí ir a comer a un buen restaurante-chiringuito. Elegí uno con una buena puntuación, La Pía. Efectivamente el sitio era muy bonito y exclusivo. La clientela parecía también de ese nivel, y empecé a temer por mi bolsillo… «¡Pero qué puñetas, hemos venido a disfrutar!«. Me dije a mí mismo tratando de consolar al tacaño que llevo dentro.
Tenía una playa privada (en Italia, en general, las playas son privadas), era un lugar muy tranquilo y apacible, pero la carta no me terminó de convencer… Me decidí por un atún a la plancha con verduras al horno, y fue realmente decepcionante. Todo seco y pasado. De nuevo no pude comer bien en Italia.
Llegó la hora de buscar alojamiento para esa noche, pero no me terminaba de convencer ningún destino ni ningún hotel… así que decidí continuar el viaje.
La primera parada fue Pisa. El «Pisa SC» fue el primer club europeo en el que jugó el Cholo Simeone. De ahí se fue al Sevilla y de ahí al Atlético de Madrid a hacer historia. Así que ir a Pisa fue como un acto religioso para mí.
Además es que me hacía mucha ilusión ver a un grupo de gente haciendo el moñas con las manos haciendo como que sujetan la Torre de Pisa. Te parecerá una tontería, pero me pareció muy divertido.
Visto la Torre de Pisa y a sus turistas, y respirado el espíritu del Cholo, decido ir a alguna heladería de la ciudad amurallada de Lucca para descansar y decidir tranquilamente dónde dormir esa noche.
Lucca es como Ávila pero mucho más grande y con mucha más vida. Demasiada para mi gusto y la poca energía que llevaba. Para colmo me colé con la moto por donde no debía, en pleno centro histórico (y peatonal) de Lucca. Llegó un momento en el que mirase donde mirase sólo veía señales de «prohibido circular con vehículo a motor» 🤦🏼♂️. Y no sabía salir… Pero un amable local me ayudó a encontrar la salida.
Entre la confusión, perderme en las calles peatonales, salir del centro, buscar aparcamiento, aparcar, y volver al centro andando con el traje y las botas de varios kilos sorteando a la multitud… acabé agotadísimo. Me senté en la Gelateria De’ Coltelli, en la Piazza San Michele, y disfruté de un milkshake de vainilla como si fuera el último batido del universo.
La ciudad de Lucca me pareció muy interesante, pero sin duda aquél no era para mí el momento de disfrutarla, así que decidí buscar otro destino donde pasar la noche y me fui al polo opuesto, encontré un hotel rural perdido en la Toscana: Borgo Giusto. ¡Craso error!
Estaba muy cerca de la ciudad, las fotos eran espectaculares, me ofrecían un descuento por la suite por ser última hora… todo pintaba muy bien. Hasta que llego a un punto en el que se acaba el asfalto y lo que seguía era un camino de tierra. «Uy, uy, uy… esto me da mala espina«, me dije sacando mi sentido arácnido. Mi moto puede pasar por caminos de tierra sin problema, pero sólo si están SECOS porque mis ruedas son muy lisas. En ese momento pensé «buah, pero está seco, no pasa nada«. Sin pensar ni por un segundo que luego podría llover… como así fue 🤦🏼♂️
Estaba todo muy mal señalizado. Resultó que el hotel es toda la villa. El hotel en realidad era un conjunto de casas de pueblo y mi «suite» era en realidad un apartamento al que le habían dado ese calificativo por algún tipo de sorteo aleatorio.
Pero me lo tomo todo de forma positiva. Al fin y al cabo estaba en un entorno verde, rodeado de naturaleza y absoluta paz, lo que más necesitaba en ese momento. Me relajo, pongo la TV, y veo en las noticias que media Italia está inundada.
Para cenar hice algo que me gusta hacer… pedir algo del menú que no tengo ni idea de qué es. Para una persona normal esto sería un inocente juego, sin más. Pero para mí es todo un acontecimiento súper excitante, me pongo realmente muy nervioso. Pedí «gnudi al burro e salvia«. Cuando me lo trajeron tuve que buscarlo en Youtube para saber cómo se comía 🤦🏼♂️
Estaba riquísimo. El vino blanco de la casa no tanto, casi me provoca una úlcera. Pero me mandó a la cama muy a gusto.
Día 4: Bologna
Me despierto, cojo el móvil para mirar el tiempo y… ¡sorpresa! Veo una alerta de una app diciendo que en mi zona ha caído la de Dios es Cristo durante la noche, y además sigue lloviendo. Me temo lo peor, que me quedo atrapado en ese hotel por un día más al menos. Desayuno tranquilamente, pensando que igual no me iba a ningún sitio.
Me visto, hago check-out, y me voy a por la moto… Efectivamente está enterrada en barro. Inspecciono andando el camino de tierra y veo que no está tan mal, pero con zonas peligrosas con barro y roca. Desinflo un poco las ruedas, desactivo el control de tracción y el ABS trasero, rezo dos avemarías y me dispongo salir de allí con rumbo a Firenze (Florencia).
Pero la moto no se mueve… está tan enterrada que no hay manera de moverla. Me bajé, empujé hacia delante, empujé para atrás… y así hasta que conseguí sacar esos 300 kg del barro hacia una zona con más piedras. Y a partir de ahí sin problemas hasta llegar al pueblo y parar para inflar las ruedas y poner la moto en modo normal de nuevo. Uff! Prueba superada!
Salgo feliz a la autopista con ganas de llegar a Firenze y quizás pasar día y noche allí para celebrar mi cumpleaños. Fue un trayecto corto, pero acabé empapado (por fuera, ¡por dentro del traje siempre seco!), incluido el billete que se recoge al entrar a la autopista. Y al introducirlo en la salida no funcionaba, por lo que me saltó alguien en el telefonillo hablando en un perfecto italiano.
«Excusi, non parlo italiano«, respondí en mi perfecto italiano. A lo que el señor empezó a gritar como un poseso: «UERRR DIH YU ENTERRR?«. Y yo, de nuevo, «excusi, non parlo italiano«. Y el del telefonillo, gritando aún más fuerte, «UEEERRRR DIIIH YUUUU EEENTEEEERRRRRR?«. Me dio por reírme y el tipo, sin ningún motivo para ello, me colgó y me dejó allí en la autopista con la barrera cerrada y varios coches detrás esperando.
Después de insistir en el botón de ayuda me saltó otra vez el mismo tipo: «UERRR DIH YU ENTERRR?«, me espetó sin más preámbulo. Esta vez sí le entendí… «I entered near Lucca!«. «PLISSS PEI NAU!!!«. Pagué con mi tarjeta, la barrera se abrió, y seguí mi camino riéndome durante un buen rato.
Finalmente llegué a Firenze y resultó ser una ciudad gigantesca. Me dirigí al centro para buscar un sitio donde comer pero llovía a mares y el tráfico era horrible. Justo vi un letrero que ponía «McDonalds«… así que allí fui. De nuevo no comí bien en Italia, pero eso sí, pude aparcar fácilmente y sentarme fuera bajo techo mientras comía y buscaba hotel. Perfecto.
Tanta lluvia me tenía agotado y la ciudad me estresaba, así que decidí buscar un hotel en el centro de Bologna, donde parecía que no llovía tanto. Reservé en Hotel San Donato y resultó ser una buena elección. Además dejó de llover a los pocos minutos de llegar y no volvió a llover más, así que pude disfrutar de la ciudad.
Desde ahí recorrí todo el centro histórico: le due Torri, Piazza Maggiore, Basilica di San Petronino, Mercato di Mezzo… La verdad es que me encantó Bologna, fue todo un acierto.
Me tomé mi tarta de chocolate con vino tinto en la terraza de Osteria del Podestà, un lugar transitado pero agradable, con un personal muy amable hasta que te vas… Quizás se molestaron por no darles propina, quién sabe.
Para terminar la noche fui a cenar a una pequeña pizzería que las vende por porciones, Certo! Muy buenas pizzas y cervezas.
Un «Sex on the Beach» en el bar que había al lado del hotel, y a dormir. Estaba agotadísimo y feliz por otro gran día en Italia.
Día 5: de vuelta a casa
Pensé en ir a Ferrara o Venezia, pero realmente estaba volviendo a llover mucho, y por aquella zona había inundaciones. Así que, finalmente, decidí que ahora sí era la hora de volver a casa. 500km de autopista que hice sin problemas y con una sensación agridulce, triste por terminar el viaje justo cuando ya estaba en pleno modo viajero disfrutando mucho cada momento, y al mismo tiempo feliz de volver a casa y poder quitarme todos los kilos de equipación mojada que llevaba encima.
Han sido 4 días no muy intensos pero sí muy aprovechados, y que me han sabido a muy poco pero que me han dejado un poso de sabiduría viajera que espero aplicar de nuevo muy pronto.
Grazie mille, Italia. A presto!